Laura Ruas | Parqueando

Ojos del Salado

En las semanas que estuve en Laguna Verde arreglando el refugio, decidí subir el Ojos del Salado. Quería subir sola, porteando y desde Murray. Sería un ascenso lento, que tardaría días y que tenía una logística un poco compleja, especialmente para hacerlo sin auto.

En total fueron 11 días de expedición y un total de 44 km caminados, casi todos con harto peso. Empecé caminando desde los 4.500mts, cargando más de 50% de mi peso en la espalda. Llevaba 3 días de agua, comida, equipamiento de montaña (casco. piolet, crampones, pluma, mitones, botas etc.), carpa, saco, cocinilla, gas…

¿Por qué portear? Para mí, portear significa tener autonomía, significa poder llegar solo a lugares que están a días de caminata que no son tan accesibles. Portear es viajar caminando y siempre me gustó caminar con peso.

El peso era grande, pero el camino de los primeros días era bastante fácil, aunque largo. De Murray a  Atacama fueron 24km, con 800 mts de desnivel, de los 4500 a los 5300 mts. El tramo más difícil de hacer cargada era tambien el más corto, de solamente 4km, pero con mayor desnivel: 500 mts (de los 5300 a los 5800 mts). 

Nunca había porteado tan alto y me costó muchísimo, pero pude llegar a Tejos. Quería hacer cumbre al otro día, pero el descanso no me acompañó esta noche. Tuve algunas crisis de cefalea que me despertaron en la noche (tengo cefalea en racimos y justamente en los días de la expedición se le dió por venir más veces y con más power 😵‍💫). Lidiar con estas cefaleas en la altura tb fue uno de los desafios de este ascenso.

Esta noche, además de las cefaleas, tuve compañeros de refugio que llegaron a las 12 de la noche e hicieron ruido casi toda la noche, hasta que se fueron a las 4 y algo. Logré dormir un poco después que se fueron, pero terminé por salir tarde al otro día. Sabía que la batalla ya estaba perdida: no sería posible hacer cumbre en aquellas condiciones y menos saliendo aquella hora.

Pero no me importaba el perdido. Me importaba la batalla. E iba subir todo lo que pudiera, iba a dejar todo lo que me quedaba de fuerza ahí e iba a desistir, pero no antes de ser debidamente derrotada. Volvería, pero en pedazos. 

Así llegué a los 6400, una altura que nunca había estado antes, sola y feliz, en el techo de los Andes y en el volcán más alto del planeta!

Lauras Ruas

¡Feliz de haber llegado!