FotoBiólogo - Felipe Toledo
Al encuentro del gigante azul: la Ballena Azul en la costa de Chile
En las aguas del sur de Chile, a solo unos kilómetros de la costa, habita el animal más grande del planeta: la Ballena Azul. Este relato narra la emoción de un inesperado avistamiento en Corral, la aventura de salir en su búsqueda y la importancia de proteger a esta especie majestuosa que, aunque cercana, sigue siendo vulnerable.
Al encuentro del gigante azul
Sabemos de la existencia de las ballenas, e incluso que viven en Chile, pero curiosamente no solemos pensar que podemos verlas. Las sentimos lejanas, casi místicas. Sin embargo, en nuestra larguísima línea de costa, tenemos una gran cantidad de especies de cetáceos, incluyendo al animal más grande del mundo: la Ballena Azul. Y no, no es necesario viajar lejos para verla, solo hay que estar atento.
Ese día de Abril, estaba sentado en mi escritorio, cerca de las 11 de la mañana, sonó la notificación de mi teléfono. Era un mensaje de WhatsApp del grupo de monitoreo de mamíferos marinos de la comuna de Corral. Este es uno de los dos grupos que usamos los habitantes para avisarnos de este tipo de avistamientos y censar el tráfico de ballenas en sus viajes desde las zonas de reproducción hacia las de alimentación.
El mensaje era corto pero claro: "Soplos altos a 5 km aprox. en Punta Falsa, probablemente azules". Durante los dos meses previos, había estado viajando semanalmente a Huiro, la localidad más cercana a ese punto, que es probablemente el mejor de la región para avistar ballenas. El viaje desde mi casa me toma dos horas, pero incluye un cruce en barcaza desde Niebla a Corral que sale cada hora. A menudo, perder una significa esperar la siguiente.
Ya eran las 11 de la mañana. Preparar mis cosas y emprender el viaje me desalentaba por lo tardío del avistamiento. Además, las ballenas de ese tamaño viajan muy rápido, lo que me hizo dudar en ir. Sin embargo, le envié un mensaje a Felipe Araya, un amigo de la zona que se dedica al monitoreo junto a su pareja, la bióloga marina Elisa Montti. Mi mensaje fue corto y claro: "Pipe, ¿vale la pena que vaya?". Su respuesta fue aún más concisa: "Ven".
La aventura comienza
Esa fue toda la motivación que necesitaba. Preparé mis cosas, cargué mi cámara, trípode y, lo más importante, el dron, y emprendí viaje. "Almuerzo lo que sea de camino", pensé.
En el trayecto, me comuniqué con dos amigos más que ayudan en el monitoreo, Yonathan y Mike, quienes en ese momento veían a las ballenas azules —la especie ya estaba confirmada a esa hora— desde la orilla. Gracias a ellos, me enteré de que era una familia grande de al menos siete individuos y que, al parecer, se estaban alimentando en el área. Esa fue una gran noticia, ya que si se estaban alimentando, probablemente viajarían más lento.
Alrededor de las 2 de la tarde, arribé al lugar. Conocía un sitio al sur de Punta Falsa desde donde había observado el mar en jornadas anteriores. Me ofrecía altura y visión hacia donde estaban las ballenas. Efectivamente, pude confirmar que un gran grupo de ballenas azules se encontraba a unos 5-7 km de la costa. Emocionado, comencé a evaluar desde dónde podría obtener el mejor registro con mi cámara, pues si bien el día estaba "lindo", había mucho viento sobre el mar para volar el dron, sobre todo considerando que tenía que llevarlo al menos 5 km mar adentro.
Pude realizar mis primeros registros con la cámara, capturando principalmente sus soplos, que técnicamente son exhalaciones que pueden alcanzar los 12 metros de altura. Verdaderos edificios de vapor de agua que, en días de poco viento, pueden mantenerse en el aire más de tres segundos.
Después de grabar con la cámara, me decidí a buscar un lugar más cercano a ellas con la esperanza de que, si el viento bajaba, tendría la mejor oportunidad de usar el dron. Junto a Yonathan y Mike, emprendimos camino hacia Punta Falsa, esperando una breve ventana sin viento que se pronosticaba cerca de las 5 de la tarde. El espectáculo era sencillamente maravilloso: un gran número de los animales más grandes del mundo respirando el mismo aire que nosotros a menos de 5 km de distancia.
El registro soñado
Finalmente, pasadas las 4:30 de la tarde, el viento bajó. Con el dron preparado, lo elevé con la esperanza de poder grabarlas por primera vez. A mi dron le tomó unos cinco minutos y el 30% de su batería llegar al área donde se estaban alimentando. Esto me dejaba alrededor de 15 minutos para registrarlas.
Finalmente, en mi pantalla, apareció el animal más grande que ha vivido en este planeta. La Ballena Azul, ese animal místico que en el siglo XX casi llevamos a la extinción. Su nombre científico, Balaenoptera musculus, impone respeto, pero nada se compara a verla de cerca: la seguridad con la que se mueve, la calma que solo un tamaño tan descomunal puede proveer, sus líneas finas y delicadas. Un animal que quita el aliento. Un registro que como biólogo marino y fotógrafo deseaba, pero que el Felipe de niño soñaba.
Después de unos breves minutos en los que pude admirarla, de forma obligada tuve que traer el dron a tierra para evitar perderlo. Sin embargo, estaba feliz de compartir ese momento con ellas, con mis amigos que las aman tanto como yo, y con la posibilidad de que otros pudieran verlas también.
Hoy en día la Ballena Azul sigue "en peligro" según la lista roja de la IUCN. A pesar de que en muchas partes del mundo ya no es cazada, hay otros peligros que amenazan su existencia. En Chile, por ejemplo, lideramos la lista de colisiones de embarcaciones con cetáceos. Definitivamente hay mucho que hacer aún, pero podemos empezar educando.
Buena luz.