Francisco Vera

Fotografiando al escurridizo siete colores en Bahía Jara

Si hay un ave que desafía la paciencia y pone a prueba la destreza de cualquier fotógrafo de naturaleza, ese es el siete colores (Tachuris rubrigastra). Este pequeño y vibrante habitante de humedales es una joya difícil de encontrar y aún más difícil de fotografiar. Su nombre no es casualidad: su plumaje es una explosión de colores, con tonos amarillos, verdes, negros y azules que lo hacen destacar entre los juncos y totorales donde suele moverse.

Hace un tiempo me aventuré hasta Bahía Jara, un rincón espectacular de la Región de Aysén, a orillas del lago General Carrera. Es un lugar que combina aguas cristalinas con extensos humedales, hogar de una biodiversidad impresionante. Sabía que el siete colores habitaba por ahí, pero encontrarlo no sería tarea fácil.

Tenía la información de que aquí vivía, que para mí ya era una gran intriga, puesto que normalmente su distribución de describe en latitudes más al norte del País.

El primer desafío fue la espera. Esta ave es inquieta y territorial, pero también extremadamente sigilosa. Me instalé con mi cámara entre los matorrales, armado de paciencia y esperando algún indicio de su presencia. Después de casi una hora, un destello amarillo entre los juncos delató su movimiento. Pero ahí vino lo difícil: el siete colores no se queda quieto. Va y viene, da saltos rápidos entre las ramas y, cuando parece que lograste encuadrarlo, ya se esfumó.

Tras varios intentos frustrados, decidí cambiar de estrategia. Me enfoqué en predecir su patrón de movimiento y esperé a que regresara a un junco en la que lo había visto posarse más de una vez. Y funcionó. Con el sol de la mañana resaltando los colores de su plumaje, logré capturar la imagen que tanto buscaba.

Fotografiar al siete colores en aquella pequeña laguna en Bahia Jara fue una prueba de paciencia, pero también un recordatorio de por qué amo la fotografía de naturaleza: el desafío, la conexión con el entorno y la satisfacción de congelar un instante efímero en una imagen. Si alguna vez tienen la oportunidad de buscar a este pequeño fantasma de los humedales, les recomiendo armarse de tiempo, un buen lente y muchas ganas de disfrutar el proceso.

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